Autora: Diana Ortega
¿Estás buscando a tu “media naranja”? La única media naranja que deberías estar buscando es la que dejaste en la cocina para prepararte un buen jugo.
Generalmente nos
desesperamos buscando la otra “media
naranja”; la que hace alusión a estar incompletos hasta que conocemos a “la
persona” con la que hemos sido destinados a estar desde el inicio de los
tiempos. Pero esa, es una concepción del
hombre, que ha rondado mentes y corazones a lo largo de nuestra historia, y que ahora está presente de manera distorsionada en nuestra sociedad, como un
reflejo de un mundo que busca incansablemente llenar aquel vacío del corazón,
pero que no logra determinar qué es exactamente lo que le hace falta.
C.S. Lewis, en
su libro Mero Cristianismo dice: “Si
encuentro en mí mismo un deseo que nada de este mundo puede satisfacer, la
explicación más probable es que fui hecho para otro mundo. Si ninguno de mis
placeres terrenales lo satisface, eso no demuestra que el universo es un
fraude. Probablemente los placeres
terrenales nunca estuvieron destinados a satisfacerlos, sino sólo a excitarlos,
a sugerir lo auténtico.”
El hombre fue creado por amor y para amar. Somos un don, un regalo que se da a los demás y estamos llamados a la
santidad a través de nuestra vocación. Pero
a quien necesitamos por sobre todo es a Dios, y hasta que no estemos con Él,
nada en este mundo nos podrá satisfacer.
Muchas veces podemos
confundirnos y pensar que en vez de Dios es el amor de una pareja lo que nos
hará felices. Luego, cuando vienen las discrepancias, los malos entendidos y
las dificultades; aquella ilusión del amor perfecto se acaba y terminamos
pensando que quizás todo pasa porque esa no era “la persona indicada”. Y en lugar
de revisar en nosotros lo que se puede cambiar y mejorar para llevar una
relación de manera correcta con la guía de Dios, empezamos a buscar una utopía en otro lugar.
Debo confesar que me
encantan las comedias románticas. Pero últimamente, me he vuelto un poco más
analítica del mensaje que transmiten. Hay algunas que contienen conceptos
rescatables. Lastimosamente, la gran mayoría muestra el amor con percepciones deformadas
y erróneas.
Es verdad que
cuando veo aquellas escenas dulces me emociono ¿A quién no le gusta recibir
lindos detalles? A mí sí. Es muy bonito pensar que alguien ha dedicado de su
tiempo a preparar algo especialmente para ti.
Pero considero aún
más importante lo que viene después de aquella fase inicial, y es el seguir conociéndose.
No vamos a encontrar personas perfectas,
ninguno de nosotros lo es. Por eso es necesario dejar de idealizar al otro,
y más bien preguntarse si se aceptan tal y como son.
Es el tiempo de ser
honestos, de hacer preguntas cruciales que te ayuden a saber si ambos están
yendo en la misma dirección y quieren formar juntos un plan de vida. Si
conociendo sus virtudes y defectos han tomado la firme decisión de amarse.
¿Comparten la misma
fe? ¿Comparten valores? ¿Quieren tener hijos? ¿Cuántos hijos? ¿Dónde van vivir?
¿Cuáles son sus aspiraciones profesionales? Habrá un montón de preguntas que
cada uno quiera hacer, esto es fundamental. Porque de lo contrario, si nos
dejamos llevar por el romanticismo que nos vende el mundo, podemos llegar al
matrimonio confundiendo amor con cualquier otra cosa.
La pareja está para complementarse y no para completarse. Son dos palabras muy parecidas pero que tienen significados
diferentes. Ninguna persona puede completarte, porque solo Dios es capaz de
llenar en ti lo que falte.
Por eso, busca primero a Dios y hazle partícipe de
las decisiones en tu vida. Nadie mejor que Él podrá guiarte para que al conocer
a alguien no te pierdas en criterios superficiales, sino más bien que analices
y atesores lo verdaderamente importante. Aquellas cualidades únicas que se
complementarán con las tuyas, una misma fe, valores y principios. Una relación basada en verdadero amor,
aquel que busca la felicidad del otro y le motiva a crecer, para que
lleguen juntos a la santidad a través del matrimonio.
Puede ser que el tiempo o las circunstancias parezcan ir en contra, o que recibas constantemente comentarios imprudentes sobre tu soltería y eso te llegue a desesperar. Pero si ya le has entregado a Dios los anhelos de tu corazón, aguarda en Él. Dale el control y Dios siempre te concederá lo mejor para ti.
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