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martes, 13 de septiembre de 2022

Hazme aquella que a mi parecer es más hermosa que mi ser

Autora: Rebeca Franco Roca

Parece tan extraño pensar que Dios puede hablarnos a través de una película en la misma sala de cine o en una noche cualquiera, como también en una salida familiar común y corriente; como si fuera a buscarnos en lo cotidiano, en lo más humano que pudiésemos hacer. Sin embargo, sí ocurre y en mi caso requirió una constante búsqueda, estar completamente atenta a esas señales, esos momentos donde Dios habla y lo hace con tanta claridad que llena nuestro corazón. A mis trece años comencé a sentirlas, pues desde el inicio de mi adolescencia mi corazón sentía tristeza porque pensaba que no tenía belleza física y que ningún hombre se enamoraría de mí. Por el contrario, me sentía muy segura de mi corazón, sabía que Jesús estaba dentro de mí y eso me haría hermosa para los ojos de alguien. Amaba quien era por dentro, aun así, me molestaba la persona que veía en el espejo.

Esta vivencia fue el punto de partida para empezar a hablar con Dios de una manera más personal y contarle dónde me dolía. Y como Él es misericordioso, no tardó en responder. A veces era por medio de una carta, en la frase de un libro, o en otras ocasiones alguien me decía: eres hermosa, eres la obra maestra de Dios. Recibir estos mensajes fueron borrando la tristeza de mi corazón y Él venía sanando mucho en mí para entender el mensaje que escuché en el 2010 en la película “Las Crónicas de Narnia: la Travesía del Viajero del Alba”. Me identifiqué con un personaje que mostraba inseguridad que deseaba tener la belleza de alguien más. En una de las escenas, ella tiene la oportunidad de rechazar su propio aspecto para conseguir aquel que a su parecer es más bello que su ser, sin embargo, al final comprende que debe ser ella tal y cómo es. El rodaje tiene muchos simbolismos con el cristianismo y el que me ayudó a reflexionar es la escena “de un león llamado Aslan que representa a Jesús y a pesar de ser un poderoso y feroz, es paciente, fiel y amoroso con sus amigos. Esta es la escena dónde ella se da cuenta de su error y que no debe desear otra belleza, que no dude de su valor”. En ese momento sentí en mi corazón que aquellas palabras eran también para mí, yo también había deseado ser alguien diferente por querer verme diferente, pero mi familia no sería la misma sin mí y el plan que Jesús tiene conmigo, no sería posible si yo no fuera así, tal y como soy.

De esta forma, poco a poco y con mucho amor, Dios se llevó de mi corazón eso que me oprimía y me hacía esclava de cómo los demás me veían. Y no pasó mucho tiempo hasta que pude verme de verdad y entender que no estaba observando mi verdadero valor porque la belleza física es algo pasajero, lo que Dios hace en nuestro corazón dura para siempre

Mi Señor ha sido siempre paciente conmigo, Él es belleza en persona y nada de lo que salga de Él puede estar equivocado, sin embargo, casi siempre es indispensable pedirle nos ayude a vernos los que Él desea de nosotros y no sólo nuestro físico, como era mi caso. 

Dios siempre está hablando, buscando la manera de llamar nuestra atención, allí en lo que parece más rutinario, en los pequeños detalles y algunas veces puede llegar a usar hasta una película.

Amen

lunes, 29 de agosto de 2022

Desbloqueando el corazón

Autora: Andrea Avilés S.

"Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. 2 Si una de mis ramas no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé más. 3 Ustedes ya están limpios por las palabras que les he dicho. 4 Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí. 5 »Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada. 6 El que no permanece unido a mí, será echado fuera y se secará como las ramas que se recogen y se queman en el fuego. 7 »Si ustedes permanecen unidos a mí, y si permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará. 8 En esto se muestra la gloria de mi Padre, en que den mucho fruto y lleguen así a ser verdaderos discípulos míos." Juan 15, 1-8

Hoy en día es mucho más evidente reconocer los espacios donde Dios no está presente, ya sea en las ideas acerca de la feminidad, en las leyes, en los contenidos que vemos y leemos, en los lugares donde trabajamos o estudiamos, etc. Así mismo, hay espacios en nuestro corazón donde Dios no habita totalmente. No lo dejamos por varias razones, porque no lo dejamos, no lo vemos, por miedo a entregarle algo que consideramos importante, porque estamos heridas y no queremos enfrentarnos al dolor o simplemente porque no queremos o pensamos que no estamos listas, pero, Dios quiere conquistar nuestro corazón todo el tiempo.

Hace más de 1 año, en medio de la pandemia y lejos de mi país, descubrí que existían áreas en mi vida que no estaban en orden y otras que estaban causando dolor en mí porque no me daba la oportunidad de sanar en el nombre de Jesús, pues me costaba mucho hacerlo, y sin embargo, luego de varios meses accedí a dejarlo entrar y permití que actúe en mi corazón.

“Si una de mis ramas no da uvas, la corta; pero si da uvas, la poda y la limpia, para que dé más.”

Es así como me he sentido en todo este tiempo, justamente “limpiándome”, “desbloqueando” todas las barreras que yo ponía para no dejar que entre en mí y de esta manera sentirme libre de amar y en esa medida abrazar el plan Él tiene conmigo.  Este proceso me ha servido para aprender que, si no estoy sostenida de Él, nada puedo Ser ni Hacer; y que si no lo dejo podarme como debe ser, no seré plenamente feliz y libre.

No es fácil abrirse ni confiar en un proceso que de alguna forma genere dolor, pero en medio de eso me ha servido recordar a quién le estoy dando mi corazón, entonces ¡Vale la pena hacerlo! No estamos solas, Jesús ha prometido quedarse y darnos más de lo que nos imaginamos, si abrimos nuestros sueños, planes, heridas, situaciones de pecado, etc. que llevamos en nuestro interior.

“Señor, quiero entregarte mi corazón y todo lo que hay en él, ayúdame a abrirme a ti y a tus planes, hazme nueva y habita eternamente en mí. Te pido la gracia para confiar en ti y enfrentar las áreas que quieres reconstruir. Gracias por tu amor y paciencia”.

Amén

 

Bibliografía:

Hechos de los Apóstoles 9, 26-31

1 Juan 3, 18-24


 

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