Autora: Rebeca Franco
Cuando tenía 9 o 10 años descubrí que
me gustaba mucho cantar y empecé a sentir que lo hacía bien, sin embargo
siempre cantaba con un volumen de voz muy bajito, casi imperceptible, me
apartaba para cantar y casi nadie sabía de mi afición mucho menos que me salía
bien.
Formé parte de coros
en la escuela pero nunca de solista, me daba mucha vergüenza, solo el
hecho de pensar cantar sola y que todos me escuchen me llenaba de nervios, ni
siquiera en mi familia conocían mi voz, pero cuando uno tiene un don así, todo
su corazón le pide mostrarlo le pide expresarse, pero el miedo no me dejaba,
temía no ser tan buena como pensaba.
Me tomó tiempo hasta que fui
mostrando en mi casa y a ciertas amistades mi voz al cantar, como recibí buenos
comentarios me animé a participar de festivales de canto en mi colegio, pero me
ponía tan nerviosa que no podía hacerlo bien, la voz me temblaba y nunca podía
entonar la canción como había practicado, y aunque me iba abriendo, mi voz
seguía siendo un secreto, seguía siendo algo escondido para muchas personas.
Mis padres han pertenecido a la
Comunidad Tierra Santa desde antes que yo naciera, y mi Papá siempre ha formado
parte del ministerio de música tocando la guitarra y cantando, así que
definitivamente uno de mis muchos sueños con la música era formar parte del
ministerio también; pero con mi poca seguridad al cantar, este sueño se veía
cada vez más lejano e irreal, y lo fui olvidando. Me enfoqué en seguir
participando en concursos de talentos, incluso me inscribí a uno intercolegial
y no me fue tan mal, iba perdiendo el miedo, pero nunca lograba ganar y mi
hambre de cantar nunca estaba saciada, sentía que nadie me veía ni escuchaba
como quería ser escuchada. Dejé por un momento los concursos, pero nunca dejé
de cantar, practicaba en mi habitación cualquier canción que me gustara,
imprimía las letras y las cantaba una y otra vez, y sinceramente pensé que
debía cambiar de sueño, después de todo tampoco es que quería ser cantante ni
nada, solo quería cantar libremente y con propósito.
En 2015 hice mi compromiso con Baluarte, el grupo de universitarios de la Comunidad Tierra Santa. Entré porqué sentí fuertemente que Dios me llamaba a servir. Nunca hubiera imaginado lo que había preparado para mí, cuando me indicaron el ministerio del que formaría parte era justo el de música. No me sentía nada lista, aún tenía mucho miedo, pero quería hacerlo bien. Iba a todos los ensayos, seguía todas las indicaciones y me aprendía las canciones, al principio lo hacía con nervios, quería sonar bien, pero poco a poco Dios me fue transformando, me fue liberando y me mostró por fin el propósito de ese don que Él me había regalado; no era para lucirme, porque yo podría fallar, era para lucirlo a Él, porque él no falla, era para transmitir su mensaje.
Siempre me habían criticado por no transmitir ningún
sentimiento cuando cantaba, hasta que le canté a Dios y todas las cosas
hermosas que Él continuamente estuvo haciendo en mi interior, finalmente
pudieron ser transmitidas. Aún sin merecerlo empecé a recibir elogios y
cumplidos de los demás, que más que necesitarlos para mi propia validación
sirvieron para demostrarme que Dios tenía desde siempre un propósito con mi voz,
en poco tiempo pasé a formar parte del ministerio de Música de la Comunidad, a
cantar con mi papá y mi hermana, cada oportunidad de cantar ya sea en un retiro,
asamblea o en vigilias es una prueba de la fidelidad y del amor de Dios.
Dios ya había soñado con mi canto y
en cómo usarlo, solo me estaba haciendo fuerte, me estaba enamorando de ÉL,
para que cuando cante pueda dar a conocer eso, todo su amor, toda su ternura y
suavidad, que todas estas cosas puedan verse reflejada a través de mí y que las
personas que me escuchen puedan abrir su corazón y sentir un poco de su amor. En
ningún momento ha sido por mis fuerzas o por mi habilidad, lo que Él ha puesto
es solo suyo y yo soy un instrumento. Muchas veces también me ha permitido
experimentar silencio con mi voz de hecho el año pasado (2022) tuve una temporada
sin cantar por complicaciones de salud en mi garganta, estos tiempos suelen ser
difíciles para mí pero cuando Él me restaura y puedo volver a cantar me siento
plenamente feliz.
Dios nunca pone en tu corazón un
deseo que no quiera cumplir, Él se encarga de cuidarlo, de cultivarlo, y si lo
dejamos, a su debido tiempo nos hará ver los frutos. El cantar para Dios ha
sido y es una de mis más grandes realizaciones, aún tengo sueños con respecto a
esto, pero también tengo la certeza y la convicción de que será Dios quien me
ayude a cumplirlos, y siempre será para darle a Él toda la Gloria.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario