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sábado, 7 de enero de 2023

Dios nunca pone en tu corazón un deseo que no quiera cumplir

Autora: Rebeca Franco

Cuando tenía 9 o 10 años descubrí que me gustaba mucho cantar y empecé a sentir que lo hacía bien, sin embargo siempre cantaba con un volumen de voz muy bajito, casi imperceptible, me apartaba para cantar y casi nadie sabía de mi afición mucho menos que me salía bien.

Formé parte  de coros  en la escuela pero nunca de solista, me daba mucha vergüenza, solo el hecho de pensar cantar sola y que todos me escuchen me llenaba de nervios, ni siquiera en mi familia conocían mi voz, pero cuando uno tiene un don así, todo su corazón le pide mostrarlo le pide expresarse, pero el miedo no me dejaba, temía no ser tan buena como pensaba.

Me tomó tiempo hasta que fui mostrando en mi casa y a ciertas amistades mi voz al cantar, como recibí buenos comentarios me animé a participar de festivales de canto en mi colegio, pero me ponía tan nerviosa que no podía hacerlo bien, la voz me temblaba y nunca podía entonar la canción como había practicado, y aunque me iba abriendo, mi voz seguía siendo un secreto, seguía siendo algo escondido para muchas personas.

Mis padres han pertenecido a la Comunidad Tierra Santa desde antes que yo naciera, y mi Papá siempre ha formado parte del ministerio de música tocando la guitarra y cantando, así que definitivamente uno de mis muchos sueños con la música era formar parte del ministerio también; pero con mi poca seguridad al cantar, este sueño se veía cada vez más lejano e irreal, y lo fui olvidando. Me enfoqué en seguir participando en concursos de talentos, incluso me inscribí a uno intercolegial y no me fue tan mal, iba perdiendo el miedo, pero nunca lograba ganar y mi hambre de cantar nunca estaba saciada, sentía que nadie me veía ni escuchaba como quería ser escuchada. Dejé por un momento los concursos, pero nunca dejé de cantar, practicaba en mi habitación cualquier canción que me gustara, imprimía las letras y las cantaba una y otra vez, y sinceramente pensé que debía cambiar de sueño, después de todo tampoco es que quería ser cantante ni nada, solo quería cantar libremente y con propósito.

En 2015 hice mi compromiso con Baluarte, el grupo de universitarios de la Comunidad Tierra Santa. Entré porqué sentí fuertemente que Dios me llamaba a servir. Nunca hubiera imaginado lo que había preparado para mí, cuando me indicaron el ministerio del que formaría parte era justo el de música. No me sentía nada lista, aún tenía mucho miedo, pero quería hacerlo bien. Iba a todos los ensayos, seguía todas las indicaciones y me aprendía las canciones, al principio lo hacía con nervios, quería sonar bien, pero poco a poco Dios me fue transformando, me fue liberando y me mostró por fin el propósito de ese don que Él me había regalado; no era para lucirme, porque yo podría fallar, era para lucirlo a Él, porque él no falla, era para transmitir su mensaje. 

Siempre me habían criticado por no transmitir ningún sentimiento cuando cantaba, hasta que le canté a Dios y todas las cosas hermosas que Él continuamente estuvo haciendo en mi interior, finalmente pudieron ser transmitidas. Aún sin merecerlo empecé a recibir elogios y cumplidos de los demás, que más que necesitarlos para mi propia validación sirvieron para demostrarme que Dios tenía desde siempre un propósito con mi voz, en poco tiempo pasé a formar parte del ministerio de Música de la Comunidad, a cantar con mi papá y mi hermana, cada oportunidad de cantar ya sea en un retiro, asamblea o en vigilias es una prueba de la fidelidad y del amor de Dios.

Dios ya había soñado con mi canto y en cómo usarlo, solo me estaba haciendo fuerte, me estaba enamorando de ÉL, para que cuando cante pueda dar a conocer eso, todo su amor, toda su ternura y suavidad, que todas estas cosas puedan verse reflejada a través de mí y que las personas que me escuchen puedan abrir su corazón y sentir un poco de su amor. En ningún momento ha sido por mis fuerzas o por mi habilidad, lo que Él ha puesto es solo suyo y yo soy un instrumento. Muchas veces también me ha permitido experimentar silencio con mi voz de hecho el año pasado (2022) tuve una temporada sin cantar por complicaciones de salud en mi garganta, estos tiempos suelen ser difíciles para mí pero cuando Él me restaura y puedo volver a cantar me siento plenamente feliz.

Dios nunca pone en tu corazón un deseo que no quiera cumplir, Él se encarga de cuidarlo, de cultivarlo, y si lo dejamos, a su debido tiempo nos hará ver los frutos. El cantar para Dios ha sido y es una de mis más grandes realizaciones, aún tengo sueños con respecto a esto, pero también tengo la certeza y la convicción de que será Dios quien me ayude a cumplirlos, y siempre será para darle a Él toda la Gloria.

martes, 13 de septiembre de 2022

La historia de mi redención

Autor: Galo Cobos

Te contaré una historia... es la historia de mi redención

Crecí toda la vida en una escuela y colegio católico (Creía en Dios, pero no tenía una relación personal con Él). En el 2013, con 20 años, mis padres estaban pasando por problemas en su vida matrimonial. Empezaron a vivir en habitaciones separadas (A mí me tocó compartir habitación con mi papá). Él estaba con mucho dolor en su corazón, tanto que llegaba a buscar el cigarrillo para aliviar su dolor. Mi tío le recomendó un programa cristiano, que era de un pastor evangélico. Cierto día, cuando regresaba a casa tarde y cansado, encontré a mi papá escuchando la prédica del pastor y entonces escuché una palabra que el pastor dijo que llamó mucho mi atención en ese momento, tanto así que me quedé “enganchado” con la prédica, no me importaba el cansancio, yo quería seguir escuchando lo que él decía. En ese momento estaba aconteciendo mi conversión… Jesús se me reveló por medio de la prédica de un pastor evangélico (Conocí a Jesús Verbo, se me reveló la Palabra de Dios).

A partir de ese momento todas las noches llegaba de la universidad a seguir escuchando junto a mi papá la prédica de ese Pastor (Qué bonito, mi conversión y la de mi papá acontecieron simultáneamente).

Pasaron los días y, una noche, cuando se terminó la prédica, antes de dormir, empecé a orar por primera vez. Los primeros días solo rezaba el Padre Nuestro, pues no sabía orar. En una ocasión, después de rezar el Padre Nuestro, terminé diciéndole al Señor: “Señor, no te conozco, quiero conocerte…” Esa fue mi oración por varios días, y en lo posterior esta se volvió más prolongada y espontánea (El Espíritu Santo me enseñó a orar).

Pasaron meses y en una ocasión que estaba en momento de oración (Esto si no lo puedo asegurar, no recuerdo si pasó así, solo Dios sabe) le pedí a Jesús que me diera amigos que también lo conociesen. Era 2014, y ya había pasado un año desde mi conversión y recibí un mensaje de un amigo del colegio invitándome a un retiro, el cual acepté; pero hubo algo que me hizo cambiar de parecer. Luego me sentí mal por haber faltado a mi palabra (Y porque mi amigo me había pagado el retiro), entonces le dije a este amigo que me avisara cuando hubiese otra actividad para ir. La siguiente actividad fue una asamblea de oración, y me bastó asistir esa vez para enamorarme de lo que se vivía allí (Jesús estaba respondiendo mi oración y me dio amigos que estaban ya viviendo una vida con Él).

Este grupo al que asistí se llama Baluarte (Grupo Católico para jóvenes en edad universitaria, en Guayaquil). Continué asistiendo a las actividades y te resumo lo más importante que pasó en esos años:

2015: Asistí al retiro (CNVC - Curso Nueva Vida en Cristo) e hice compromiso de servir a Dios junto con mis hermanos de Baluarte.
2016: Me invitaron a conocer la comunidad a la que pertenece Baluarte (Comunidad Tierra Santa: Una comunidad conformada por familias y jóvenes solteros). Este periodo de conocer la comunidad y el estilo de vida comunitario se le conoce como “Concurrencia”.

2017: Hice mi alianza inicial (Compromiso inicial) con Dios y mis hermanos de Comunidad Tierra Santa.

2018: El Señor me invita a discernir mi vocación… (Este momento marca un punto muy importante en la historia de mi redención, tanto así que dedicaré otro post para continuar contándote que pasó. 

 

lunes, 8 de marzo de 2021

A Todos Los Pueblos (AD GENTES)

 Autor: José A Orlando L.

El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la iglesia, fue convocado por el Papa Juan XXIII en enero del 1959, y clausurado por el Papa Pablo VI en diciembre de 1965. Es considerado uno de los cinco más importantes en la historia de la Iglesia Católica, junto con los concilios de Niceno I (325), Calcedonense (451), Lateranense IV (1215) y Tridentino (1545-1563)

"Este Concilio fue para la Iglesia el comienzo de una nueva renovación de su vida y de su misión; de una nueva autocomprensión de sí misma, como servidora del mundo e instrumento claro y manifiesto del amor de Dios cuyo Reino quiere ser realidad presente, fuerza activa y transformadora de la historia." (Fr. Luis Alberto Nahuelanca M, OFM. Secretario Nacional Pontificia Unión Misional OMP Chile)

El Concilio fue muy fructífero en cuanto a documentos y decretos emitidos. Me quiero referir a una parte de uno de esos documentos, el Decreto AD GENTES, sobre la Actividad Misionera de la Iglesia, específicamente al Capítulo II, La Obra Misionera, Artículo 3, Formación de la Comunidad Cristiana.

El decreto AD GENTES afirma que la Iglesia entera es misionera por su propia naturaleza. Con esta rotunda afirmación queda claro que la misión no es un asunto sólo de ciertas congregaciones religiosas e institutos misioneros, de los “misioneros profesionales”, sino de todos los bautizados, como un elemento esencial de su identidad cristiana. Precisamente esta idea de que toda la Iglesia es misionera por naturaleza y que, por consiguiente, toda la actividad misionera de la Iglesia es central en ella, es la afirmación básica del decreto “Ad gentes”.

Este decreto AD GENTES inicia textualmente con este enunciado “La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser "el sacramento universal de la salvación", obedeciendo el mandato de su Fundador (Mc, 16,15 “Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación”), por exigencias íntimas de su misma catolicidad, se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres.”

El llamado de este decreto es muy puntual y actual, han pasado 55 años desde su promulgación y sigue tan vigente como en sus inicios. Es el llamado a todos nosotros, que nos consideramos “católicos practicantes”, a llevar el evangelio a aquellos que no han escuchado de Dios aún. Y para esto el documento se abre al llamado a la formación de comunidades de fieles, para que sean testimonio de Dios en el mundo. Este llamado fue fructíferamente acogido en esos años, y una de esos movimientos que surgieron en esa época fue la Renovación Carismática (1967, reconocida por la Iglesia en 1973), definida como una corriente de gracia en la Iglesia, de sus miembros posteriormente surgen muchas comunidades de alianza alrededor del mundo, una de ellas es la Comunidad Internacional de comunidades “La Espada del Espíritu (EDE)”, de la cual la Comunidad “Tierra Santa” de Guayaquil es miembro.

Textualmente el decreto dice:

“Los misioneros, por consiguiente, cooperadores de Dios, susciten tales comunidades de fieles que, viviendo conforme a la vocación a la que han sido llamados, ejerciten las funciones que Dios les ha confiado, sacerdotal, profética y real. De esta forma, la comunidad cristiana se hace signo de la presencia de Dios en el mundo; porque ella, por el sacrificio eucarístico, incesantemente pasa con Cristo al Padre, nutrida cuidadosamente con la palabra de Dios da testimonio de Cristo y, por fin, anda en la caridad y se inflama de espíritu apostólico”.

También el decreto hizo un llamado importante al ecumenismo, dejando claro conceptos de como colaborar entre miembros de diferentes congregaciones cristianas.

Para esto textualmente el decreto dice:

“En cuanto lo permitan las condiciones religiosas, promuévase la acción ecuménica de forma que, excluido todo indiferentismo y confusionismo como emulación insensata, los católicos colaboren fraternalmente con los hermanos separados, según las normas del Decreto sobre el Ecumenismo, en la común profesión de la fe en Dios y en Jesucristo delante de las naciones.”

El decreto hizo un llamado explícito a los laicos, es decir a ti que estas leyendo esto, a mí y a todos los bautizados a que seamos instrumentos de evangelización en la Iglesia, ahí donde vivimos, donde trabajamos, en la parroquia que participamos.

Para esto textualmente el decreto dice:

“Para conseguir todo esto son de grandísimo valor y dignos de especial atención los laicos, es decir, los fieles cristianos que, incorporados a Cristo por el bautismo, viven en medio del mundo. Es muy propio de ellos, imbuidos del Espíritu Santo, el convertirse en constante fermento para animar y ordenar los asuntos temporales según el Evangelio de Cristo.”

No es por pura coincidencia que Dios te trajo hasta aquí para leer este documento, Dios siempre tiene un propósito. Te animo a hacer vida este llamado de la Iglesia a llevar el evangelio a “las gentes”, al que no ha escuchado o ha escuchado poco de Dios. 

¿Se puede hacer solo? Es difícil, no existen los "rambos" cristianos. Busca en tu parroquia, busca un grupo católico afín a tu edad o estado civil, busca una comunidad de alianza. Siempre hay otras personas que están buscando lo mismo que tú. Hay mucho por hacer.

Ánimo.

 

Bibliografía

http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19651207_ad-gentes_sp.html

https://web.archive.org/web/20160304133849/http://www.omp.cl/pdf/PUM_Ad_Gentes.pdf

https://es.wikipedia.org/wiki/Concilio_Vaticano_II

https://es.wikipedia.org/wiki/Ad_Gentes

 

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