Autora: Rebeca Franco Roca
Parece
tan extraño pensar que Dios puede hablarnos a través de una película en la misma
sala de cine o en una noche cualquiera, como también en una salida familiar
común y corriente; como si fuera a buscarnos en lo cotidiano, en lo más humano
que pudiésemos hacer. Sin embargo, sí ocurre y en mi caso requirió una
constante búsqueda, estar completamente atenta a esas señales, esos momentos donde
Dios habla y lo hace con tanta claridad que llena nuestro corazón. A mis trece
años comencé a sentirlas, pues desde el inicio de mi adolescencia mi corazón sentía
tristeza porque pensaba que no tenía belleza física y que ningún hombre se
enamoraría de mí. Por el contrario, me sentía muy segura de mi corazón, sabía
que Jesús estaba dentro de mí y eso me haría hermosa para los ojos de alguien. Amaba
quien era por dentro, aun así, me molestaba la persona que veía en el espejo.
Esta
vivencia fue el punto de partida para empezar a hablar con Dios de una manera
más personal y contarle dónde me dolía. Y como Él es misericordioso, no tardó
en responder. A veces era por medio de una carta, en la frase de un libro, o en
otras ocasiones alguien me decía: eres hermosa, eres la obra maestra de Dios. Recibir
estos mensajes fueron borrando la tristeza de mi corazón y Él venía sanando
mucho en mí para entender el mensaje que escuché en el 2010 en la película “Las
Crónicas de Narnia: la Travesía del Viajero del Alba”. Me identifiqué con un
personaje que mostraba inseguridad que deseaba tener la belleza de alguien más.
En una de las escenas, ella tiene la oportunidad de rechazar su propio aspecto
para conseguir aquel que a su parecer es más bello que su ser, sin embargo, al
final comprende que debe ser ella tal y cómo es. El rodaje tiene muchos
simbolismos con el cristianismo y el que me ayudó a reflexionar es la escena “de
un león llamado Aslan que representa a Jesús y a pesar de ser un poderoso y
feroz, es paciente, fiel y amoroso con sus amigos. Esta es la escena dónde ella
se da cuenta de su error y que no debe desear otra belleza, que no dude de su
valor”. En ese momento sentí en mi corazón que aquellas palabras eran
también para mí, yo también había deseado ser alguien diferente por querer verme
diferente, pero mi familia no sería la misma sin mí y el plan que Jesús tiene
conmigo, no sería posible si yo no fuera así, tal y como soy.
De esta forma, poco a poco y con mucho amor, Dios se llevó de mi corazón eso que me oprimía y me hacía esclava de cómo los demás me veían. Y no pasó mucho tiempo hasta que pude verme de verdad y entender que no estaba observando mi verdadero valor porque la belleza física es algo pasajero, lo que Dios hace en nuestro corazón dura para siempre.
Mi Señor ha sido siempre paciente conmigo, Él es belleza en persona y nada de lo que salga de Él puede estar equivocado, sin embargo, casi siempre es indispensable pedirle nos ayude a vernos los que Él desea de nosotros y no sólo nuestro físico, como era mi caso.
Dios siempre está hablando,
buscando la manera de llamar nuestra atención, allí en lo que parece más
rutinario, en los pequeños detalles y algunas veces puede llegar a usar hasta una
película.
Amen
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