domingo, 9 de octubre de 2022

Satanás también conoce mi vocación

Autor: Galo Cobos

Si estás aquí y aún no has leído mi testimonio de como conocí a Jesús, te recomiendo primero leerlo antes de leer esta historia (La Historia de mi redención).

En el año 2018 empecé a leer un libro llamado “Los 3 Monjes Rebeldes” y debo decir que este no es cualquier libro, pues por medio de él El Señor encendió fuego en mi corazón. Conforme leía la vida de estos monjes (En especial de la vida de San Roberto, mi favorito de los 3) mi corazón se encendía de celo santo (El Señor sembró en mí corazón el deseo de ser santo).

Observaba que en mi comunidad escaseaban hombres, hombres que atendiesen todos los frentes de batalla (La necesidad de hombres al servicio de Dios en cada brazo evangelístico y en las necesidades internas de la comunidad). Me decía a mí mismo: “Hay hombres, pero no somos suficientes...” Llegué a anhelar que llegasen más hombres a mi comunidad a vivir para el Señor, quería y tenía que hacer algo al respecto.

Entonces inspirado por este libro, medité y dije: “Una de las razones por las cuales escasean hombres es porque no hay un ambiente apropiado para que conozcan al Señor, es necesario proveer “de un ambiente” (Brazo Evangelístico) solo de hombres…” Y así, reuní a un par de hermanos comunitarios, les compartí la iniciativa de hacer un brazo evangelístico solo de hombres y, más adelante, empezaríamos a trabajar en ello.

Hasta entonces todo eso que yo llamo Celo Santo solo se traducía en un deseo por servir y hacer más por construir el reino de Dios (No había pasado por mi corazón alguna inquietud vocacional).

En el mes de agosto del año 2018 hace una visita a mi comunidad un Siervo de la Palabra (Mi comunidad Tierra Santa pertenece a la comunidad internacional de comunidades que se llama La Espada del Espíritu (Sword of the Spirit). Hay varias comunidades como la mía alrededor del mundo que pertenecen a La Espada del Espíritu. Dentro de nuestras comunidades Dios ha hecho el llamado a ciertos hombres a vivir una vida consagrada a Él, viviendo una vida de celibato. Estos hombres recibieron de Dios el nombre de Los Siervos de la Palabra).

Tras la visita de este hermano tuve la oportunidad de platicar con él. Durante nuestra conversación nunca surgió en mí un deseo/interés/inquietud por conocer la vida de los Siervos de la Palabra. Sin embargo, días después, el Señor sembró en mi corazón la inquietud vocacional. Empecé a verme a mí mismo como un Siervo de la Palabra (No tenía idea de lo que era ser un Siervo de la Palabra, solo sabía que eran consagrados y que, a través de esa consagración yo estaría más disponible para la construcción del reino de Dios). Entonces el deseo de querer construir el reino de Dios empezaba a entrelazarse con el deseo de conocer esta vocación. Decidí ponerme en contacto con este hermano e iniciar un proceso de discernimiento vocacional.

Mientras ocurría todo esto pasó que obtuve un nuevo trabajo. Este trabajo llego a ser muy demandante para mí. En promedio llegué a trabajar más de 12 horas diarias, llegaba exhausto a casa y me costaba mucho sacar tiempo para tener mi oración personal.

Durante una asamblea de oración de mi comunidad, una hermana se acercó a mí y me compartió una visión que le dio el Señor estando ella en oración. Me dijo: “El Señor me permitía ver un signo de interrogación y experimenté mucha confusión”. Esa visión que le dio el Señor era para mí y entendí que el Señor me decía que yo iba experimentar mucha confusión por mi discernimiento vocacional.

Mientras transcurrían los meses continuaba batallando por santificar (Separar) mi tiempo de oración diaria y no estaba teniendo éxito. Esto implicó que mi discernimiento vocacional no estuvo debidamente puesto a los pies de Jesús, y, la palabra profética empezaba a cumplirse…

El Señor en su fidelidad continúo haciéndome llegar (Por medio de más hermanos) lecturas, palabras, sentires, visiones acerca de lo que yo estaba viviendo (De a lo que Él me estaba llamando - Lo más increíble es que estos hermanos no tenían ni idea de que yo estaba discerniendo mi vocación, lo cual servía de confirmación de que esas lecturas/palabras/sentires verdaderamente venían del Señor).

Una de las primeras lecturas que me dieron fue esta: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?” Lucas 2:49.

Al escuchar esta palabra que Dios me daba, sentí miedo, porque entendí en mi corazón que era una confirmación de lo que el Señor me estaba llamando (Estas palabras de Lucas 2:49 son las palabras que Jesús da a sus padres terrenales, anunciándoles a ellos su ministerio y vocación). Pero ¿Por qué sentí miedo? Sentí miedo porque mi comunión/relación con Jesús era casi nula (Seguía sin poder orar) y a pesar de lo tan evidente que fue para mí esa palabra en su momento, la confusión seguía en mí corazón.

Hubo otra palabra que el Señor me dio por medio de una hermana en una asamblea: “Una llama que se apaga, pero Dios, se encarga de volverla a avivar...” La hermana dio esta palabra de manera general a la asamblea, pero en mi corazón sabía que se refería al fuego que Dios había suscitado en mí corazón, deseo de hacer crecer su reino (Fue anunciada por segunda vez mi derrota).

Pasaron los meses y, a fines de enero del año 2019, de una forma totalmente errónea, decido que el Señor no me estaba haciendo un llamado a vivir consagrado a Él, y comunico esto al Siervo de la Palabra que me estaba acompañando en mi discernimiento. Al final de la conversación, el siervo de Dios me dijo: “Está bien, si esta decisión te da paz…”. Estas palabras retumbaron en mi corazón, sentía todo lo opuesto a tener paz y, sin embargo, no cambie mi decisión.

Continue viviendo mi vida comunitaria, y comencé a tomar decisiones totalmente opuestas a lo que Dios me estaba llamando. Por un tiempo (Aparentemente) todo parecía estar bien, pero entonces la confusión volvió. No tenía paz y llegó a pasar que cualquier cosa (Rutinaria/Cotidiana) me quitaba la paz.

Crecía en mí la angustia, sentía mi alma débil, sentía cansancio físico sin necesidad de haber hecho algo que me llevase a estar exhausto. Un día, estando en otra asamblea de oración de mi comunidad, se acercó una hermana y me dijo: “Galito, debes orar, Satanás está tras de ti…”

Entendí en mi corazón, que era Satanás que estaba detrás de toda esta confusión. Entendí en mi corazón que Satanás conocía mi vocación y estaba haciendo todo lo posible por impedir que yo abrazase la voluntad de Dios para mi vida.

Y a pesar de todas estas advertencias (Y de muchas más que Dios me siguió dando), fui derrotado. Mi corazón se hallaba en completas tinieblas. Había dolor y tristeza en mi corazón, porque la decisión que tomé no solo me afectó a mí, llegué a lastimar otros corazones.

Fui instrumento de iniquidad. Si tuviese que describir como se sintió eso, diría que pasó en mí todo lo contrario a lo que se siente el ser guiado por el Espíritu Santo (Así me sentí, como si en vez de escuchar la voz de Dios estuviese siguiendo y escuchando la voz del enemigo – Pero sin la capacidad de poder reconocer que es la voz del enemigo, pues él es maestro del disfraz, padre de la mentira y yo me encontraba sin oración, sin comunión con Jesús. No pude reconocer la voz del verdadero pastor).

Sentí que viví una segunda conversión (Pero me sentí más pecador que en la primera). Sentí que Dios había apartado su rostro de mí (Así como hacía con el pueblo de Israel cuando le era infiel). Me hallaba en tinieblas…

Pero, dentro de todo este caos, algo que jamás me hubiese imaginado pasó. Meses antes de que sea consumada mi derrota, una hija de Dios puso en mis manos un libro llamado “El tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María”, libro escrito por San Luis María Grignion de Montfort.

Mientras estaba iniciando todo este caos, yo había empezado a leer este libro y así, empecé a conocer a la Madre de Dios (O, diría más bien, el Señor me estaba revelando a su madre). Este Santo describe en su libro (Lo traduciré en mis palabras) que estamos también llamados/invitados a tener una relación personal con la madre de Dios (Algo que había visto antes en otras personas, pero yo no compartía, pues me decía a mí mismo ¿Para qué acudir a María, si puedo ir directamente a hablar con Jesús en la oración?

Continúe leyendo el libro y fui conociendo a María e iba recibiendo la gracia de conocerla (Que extraño, como pude recibir esa gracia si mi oración en ese entonces era nula, no lo entiendo).

Dicho esto, volvamos a la parte en que me hallaba yo en tinieblas, tristeza y dolor. Ahora ya no solo me costaba hacer oración por la falta de tiempo, me dolía el corazón y todo lo que hacía era llorar.

Movido por el dolor de la derrota decidí levantarme mucho más temprano para hacer mi oración. Llegué a levantarme todos los días entre 3 am a 4 am, sin embargo, todo lo que hacía era llorar, no podía concentrarme en hacer oración.

Entonces decidí acudir a ella, a la madre de Dios. Empecé a hacer el rosario todos los días. Me aferré a ella como mi última esperanza de volver a Dios y de que Dios me sanase el corazón. Perseveré (O, lo correcto sería decir, María me ayudó a perseverar). Hacer el rosario significo para mí tomar la mano de María y dejar que ella me ayudara a volver a Jesús.

Y así fue. Con el tiempo me encontraba haciendo lo que antes, por mis fuerzas, no podía. Me encontraba levantándome todos los días a las 03:00 – 04:00 am haciendo mi oración personal, el rosario, lectura bíblica e iba a misa diaria (No solo esto, María me enseño el valor de la penitencia diaria, hábito que mantengo hasta el día de hoy). Todo esto, en testimonio de la Verdad, lo alcanzó María por mí. María me ayudó a reconstruir mi relación con Jesús.

Todo esto aconteció hasta finales del año 2019. En los años posteriores pasaron más cosas, pero, por tiempo, deberé resumirlas:

2020: Mi relación con Jesús había vuelto (Y mejor que nunca). Decido retomar la conversación con los Siervos de la Palabra y reanudar mi proceso de discernimiento. El Señor, por medio de una hermana en oración me da esta palabra: “Tranquilo, yo espero. Tranquilo, yo no me canso. Yo espero”. Esto fue en febrero 2020 y no entendí lo que significaba, hasta que llego la pandemia y mis posibilidades de salir del país y viajar a la casa de los Siervos (fuera del Ecuador) eran nulas. Entendí que no había llegado el Kairos de irme…

2021: En el mes de febrero estábamos en un retiro de staff y el Señor me da la siguiente Palabra por medio de un hermano: “Ya sabes lo que tienes que hacer, solo te falta tomar la decisión”. Entendí que era momento de actuar nuevamente. En el mes de julio hubo una casa de Siervos de la  Palabra en Quito. Aproveche mi oportunidad y busque participar de la casa. Conversé con el Siervo de la Palabra que dirigía la casa y le conté mi caso. Me dijo que lo mejor para mí era hacer la brecha en Monterrey (México) y durante ese año de brecha (Año de misiones) conocer de cerca la vida de los Siervos y discernir si quería continuar en el proceso. Accedí y todo el resto del año fue encargarme de los preparativos de mi viaje. En la última asamblea de oración del año con la Comunidad Tierra Santa, todos estaban orando por mí, por el viaje que iba a emprender. Terminada la oración se acerca un hermano y me dice que el Señor le dio una lectura y es esta: Isaías 42:1-9 (Puedes leerla y encontraras que esta lectura se titula: El Siervo del Señor).

Septiembre 2022: Me encuentro en Monterrey (México), en la casa de los Siervos de la Palabra, redactando este testimonio. Estoy empezando mi formación como Siervo de la Palabra. Me encuentro en paz y en gozo con El Señor.

El Señor ha sido fiel, el Señor está cumpliendo su Palabra. Hay muchas más lecturas, visiones y palabras proféticas que me dio el Señor estando en Ecuador, que por tiempo estoy omitiendo contártelas.

Que el Señor los bendiga.

Jesús siempre responde

Autora: Rebeca Franco R.

Cuando salí del colegio, pensé que mi paso por la universidad sería sencillo, estudiaría 5 años y me graduaría. Poco imaginaba que mi camino sería agitado, pues a mis 22 años ya me había retirado de dos universidades y no tenía idea de qué quería estudiar; me sentía fracasada y avergonzada, evitaba hablar del tema, ni siquiera tenía la energía suficiente para pensar cómo resolver la situación.

Constantemente me desesperaba y me encerraba en el baño a llorar, y aunque le pedía a Dios me ayude, no sentía que me escuchaba porque nada cambiaba, es más, sentía que todo empeoraba. Mis horas de trabajo me mantenían ocupada y me permitía ayudar económicamente en mi casa. Sin embargo, Dios sí me estaba escuchando, Él había recogido cada una de mis lágrimas y había sido paciente conmigo, veía mi corazón desgastado y mis sueños marchitos y comenzó a sanarme.

En el momento que peor me sentía, recibí la noticia que tendríamos una Casa de Hermanas (Mujeres que se reúnen en una casa para vivir juntas por un tiempo) por conexión virtual. Mis anteriores experiencias fueron excepcionales, pero de forma presencial. Entonces, no tenía mucha expectativa y me conecté por compromiso; no obstante, la charla de la primera noche entró en mi corazón y me permitió verlo muy herido, me permitió ver todas mis cicatrices, todos mis dolores y era necesario sanarlo.

Poco a poco me fui abriendo con mis hermanas de la casa, fui abriendo mi corazón a la sanación y Dios me habló tan directamente cuando vimos el documental de la vida de la hermana Clare Crockett, una mujer valiente que eligió a Jesús en lugar de seguir su sueño de ser una actriz famosa, y me conectó muchísimo con la inclinación de seguir una carrera artística.

No quería hablar de mi carrera universitaria porque sentía la inclinación de seguir una carrera artística, y temía lo que iban a pensar los demás. Interiormente sabía que desear fama no me traería nada bueno, pero estaba inquieta y a través de este documental, Dios calmó mi corazón, me hizo comprender que Él sabe los deseos de nuestro corazón y mostrarnos el camino correcto.  

Después de esta linda experiencia de la Casa de Hermanas pude abrirme y comenzar a sanar, sentí el deseo de reiniciar la carrera que ya había elegido y por misericordia de Dios volví a estudiar a mis 24 años, me sentí digna de hacerlo y me pude ver que era capaz, que lo hacía bien.

Aunque, más adelante otra angustia se me presentó, no por mis estudios, sino por el trabajo que, aunque era bueno, la función que desempeñaba me generaba estrés y ansiedad, que ya no era capaz de controlar. Pedí a Jesús con mucha confianza por una oportunidad laboral, y en menos de un mes de buscar, ya estaba trabajando en otra empresa relacionada con mi carrera profesional, sentí que me llevó más cerca de Él.

En varios momentos de oración frente al Santísimo lloré, sin embargo, hoy puedo decir que desde la primera lágrima, mi Dios ya estaba actuando. Él siempre me escuchó, y hoy expreso que mi dolor fue necesario para avanzar, crecer y confiar más en él. Sé que Él me escucha, que Dios no deja nada al azar, y su amor es tan específico para mí.

Jesús es para ti también, no sé por lo que estés pasando, pero no será para siempre. Aunque ahora llores y no veas la salida, Jesús ya está allí esperándote. Deja que Él te sane, no tengas miedo de mostrarle tus heridas, y ten fe que siempre te seguirá sanando sin importar que nuevos miedos lleguen a tu vida, porque ese Dios es la paz, la confianza, la esperanza, todo lo que hace a tu corazón volver a estar en calma.

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