Autora: Rebeca Franco R.
Cuando salí del colegio,
pensé que mi paso por la universidad sería sencillo, estudiaría 5 años y me
graduaría. Poco imaginaba que mi camino sería agitado, pues a mis 22 años ya me
había retirado de dos universidades y no tenía idea de qué quería estudiar; me
sentía fracasada y avergonzada, evitaba hablar del tema, ni siquiera tenía la
energía suficiente para pensar cómo resolver la situación.
Constantemente me desesperaba
y me encerraba en el baño a llorar, y aunque le pedía a Dios me ayude, no
sentía que me escuchaba porque nada cambiaba, es más, sentía que todo
empeoraba. Mis horas de trabajo me mantenían ocupada y me permitía ayudar
económicamente en mi casa. Sin embargo, Dios sí me estaba escuchando, Él había
recogido cada una de mis lágrimas y había sido paciente conmigo, veía mi
corazón desgastado y mis sueños marchitos y comenzó a sanarme.
En el momento que peor me
sentía, recibí la noticia que tendríamos una Casa de Hermanas (Mujeres que se reúnen en una casa para vivir juntas
por un tiempo) por conexión virtual. Mis anteriores experiencias fueron
excepcionales, pero de forma presencial. Entonces, no tenía mucha expectativa y
me conecté por compromiso; no obstante, la charla de la primera noche entró en
mi corazón y me permitió verlo muy herido, me permitió ver todas mis cicatrices,
todos mis dolores y era necesario sanarlo.
Poco a poco me fui abriendo
con mis hermanas de la casa, fui abriendo mi corazón a la sanación y Dios me
habló tan directamente cuando vimos el documental de la vida de la hermana Clare
Crockett, una mujer valiente que eligió a Jesús en lugar de seguir su sueño de
ser una actriz famosa, y me conectó muchísimo con la inclinación de seguir una
carrera artística.
No quería hablar de mi
carrera universitaria porque sentía la inclinación de seguir una carrera
artística, y temía lo que iban a pensar los demás. Interiormente sabía que
desear fama no me traería nada bueno, pero estaba inquieta y a través de este documental,
Dios calmó mi corazón, me hizo comprender que Él sabe los deseos de nuestro
corazón y mostrarnos el camino correcto.
Después de esta linda
experiencia de la Casa de Hermanas pude abrirme y comenzar a sanar, sentí el
deseo de reiniciar la carrera que ya había elegido y por misericordia de Dios
volví a estudiar a mis 24 años, me sentí digna de hacerlo y me pude ver que era
capaz, que lo hacía bien.
Aunque, más adelante otra angustia
se me presentó, no por mis estudios, sino por el trabajo que, aunque era bueno,
la función que desempeñaba me generaba estrés y ansiedad, que ya no era capaz
de controlar. Pedí a Jesús con mucha confianza por una oportunidad laboral, y
en menos de un mes de buscar, ya estaba trabajando en otra empresa relacionada
con mi carrera profesional, sentí que me llevó más cerca de Él.
En varios momentos de
oración frente al Santísimo lloré, sin embargo, hoy puedo decir que desde la
primera lágrima, mi Dios ya estaba actuando. Él siempre me escuchó, y hoy
expreso que mi dolor fue necesario para avanzar, crecer y confiar más en él. Sé
que Él me escucha, que Dios no deja nada al azar, y su amor es tan específico
para mí.
Jesús es para ti también, no sé por lo que estés pasando, pero no será para siempre. Aunque ahora llores y no veas la salida, Jesús ya está allí esperándote. Deja que Él te sane, no tengas miedo de mostrarle tus heridas, y ten fe que siempre te seguirá sanando sin importar que nuevos miedos lleguen a tu vida, porque ese Dios es la paz, la confianza, la esperanza, todo lo que hace a tu corazón volver a estar en calma.
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