Autora: Andrea Avilés S.
“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás y María Magdalena"
"Cuando Jesús vio a su
madre, y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, dijo a su madre:
—Mujer, ahí tienes a
tu hijo.
Luego le dijo al
discípulo:
—Ahí tienes a tu
madre.
Desde entonces, ese discípulo
la recibió en su casa“
No es extraño que en nuestra vida se presenten dificultades, pruebas que nos aterrizan a la realidad, situaciones que no imaginamos nos sucedería o momentos desérticos en la parte espiritual, que nos cuesta atravesar; sin embargo, en todas ellas somos sostenidas por la cruz de Jesús.
Nuestra esencia humana, permite que constantemente busquemos la seguridad personal en todas las áreas de nuestra vida como trabajos, estudios, personas que queremos, sueños, etc. y cuando esto cambia de una forma que no queremos ni esperamos, perdemos la paz y esperanza.
Hace varios meses muchas circunstancias a mi alrededor cambiaron, pues con mi familia atravesamos pruebas económicas y esto me llevó a tomar la decisión de trabajar y estudiar.
Todo lo narrado me regaló un lindo aprendizaje: “Que, aunque siempre existan buenos momentos, no puedo sostenerme totalmente en ellos”. Y hasta hoy me queda el legado que Jesús empezó a enseñarme que Él es mi único sostén y que lo más seguro que tengo es conocer que Él sabe más que yo”. Así como, María quien permaneció fiel en lo que entendía y lo que no entendía. “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena” (Juan 19:25).
Cuando leo esto pienso que no estoy sola, que mi madre María y otras
mujeres antes de mí, confiaron en los planes de Dios y en que las situaciones
difíciles siempre tienen un propósito. Además, permitieron que Jesús, aunque estuviera
en la cruz, les regalara esperanza y paz para seguir caminando.
Señor, ayúdame a
mirar tu cruz y a confiar en tus planes, ayúdame a sostenerme en Ti y no solo
en lo que me rodea. Señor, recuérdame siempre que nada puede pasarme que tú no
quieras; pon en mi corazón esperanza y paz, y que el desánimo nunca me gane.
Alcánzame siempre
Jesús, Madre quédate siempre con nosotras.
Amén.
Bibliografía:
Primera
lectura: Ecl (Sir) 24, 1-2. 5-7. 12-16. 26-30
Salmo: Sal
33, 2-3.4-5. 10-11. 12-13
Segunda lectura:
Gálatas 4, 4-7
Evangelio: Juan
19, 25-27
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