Autor: Julio Orellana
Mi testimonio deseo compartirlo en 3 momentos:
El antes
inició en septiembre de 2012, hace nueve años, cuando
decidí morir. Cursaba el tercer semestre de la carrera de arquitectura, donde
era infeliz por diversos factores, pues nunca tuve buenas habilidades sociales,
era más introvertido que ahora, dando lugar a pensamientos nocivos. En la adolescencia,
jamás me planteé ser adulto, mi vida no tenía metas y los pocos amigos que me
rodeaban me enseñaron siempre el lado negativo como detectar los defectos del
resto y burlarme de ellos. Asimismo, ya había experimentado una frustración
amorosa muy significativa que me dejó devastado porque era la primera vez que
sentía que tenía una dirección en mi vida y ella me fue arrebatada abruptamente
porque su familia emigró a España y luego de dos años que retornó el
sentimiento se había apagado.
A todo esto, yo rechazaba el cristianismo,
sostenía incluso que los sacerdotes son personas infelices porque no pueden
unirse a mujeres y se desquitan con los creyentes para que no puedan amar con
libertad. Me burlé muchísimas veces de Jesús, de hecho, estudié en un colegio
católico y estos asuntos de los retiros espirituales, de las misas y de las
charlas, me parecían estériles.
Un determinado día,
luego de considerar que yo no era más que un ser de carne y hueso, cuya
existencia no iba a trascender o a repercutir, decidí morir. Postrado en mi
cama todo el día, dejé de comer, dejé de salir a la calle, dejé de hablar con
mis amigos; decidí esperar pacientemente que mi corazón dejara de latir, intentado
conciliar el sueño eterno. Mis padres no comprendían muy bien qué me sucedía, yo
apenas hablaba con ellos. Mi padre es escéptico y mi madre sí es católica, pero
las soluciones que ella siempre hallaba era llevarme donde curanderos porque a
pesar de ser católica, tiene cierta afinidad a la hechicería.
El durante hace referencia a momentos críticos, pues no quería seguir viviendo. Comenzaron a suceder cosas raras en mi casa, cosas que podrían
considerarse paranormales. Una determinada noche, en mi cama, soñé que el techo
de mi cuarto se abría delante de mí y aparecía la curandera, la misma que mi
madre siempre me llevaba. Ella me pedía que le dé la mano, porque buscaba sacarme
de la depresión. Yo se lo agradecí y me acerqué a ella. Conforme avanzaba en su
dirección, su rostro empezó a desfigurarse, su voz cambió rotundamente a un
tono robótico, y, de repente, detrás de ella aparecieron unos seres rojizos y
diabólicos, que no dejaban de señalarme y de reírse, mientras una estruendosa
música interpretada por violines me reventaba los tímpanos. Esta escena estaba
agotando por completo mi capacidad de resistencia. Fue entonces cuando en mi
visión apareció Jesús y me agarró fuerte, y, manteniéndome abrazado, ordenó que
se cierren las puertas del infierno. Él no se alejó de mí y se mantuvo en
silencio con los ojos cerrados hasta que finalmente me desperté.
Al día siguiente
era un hombre nuevo, aunque débil y cansado porque no había comido por varios
días, sin embargo, mi alma tenía sed de vida. Mi familia habló con el Padre
Miguel Ángel Pardillo de la Iglesia Santa Gema (Guayaquil), quien me visitó y conversamos,
me dijo que yo no le estaba dando la oportunidad a Dios para que obre en mi
vida. Le expliqué que era infeliz, que no valía la pena aferrarse a una
existencia efímera y en ese instante él me dijo algo que nunca olvidaré:
“La felicidad
no consiste en hacer lo que amas, sino en amar lo que haces”.
Me exhortó a que
sea más humilde y percibir con alegría lo sencillo de la vida. Además, me
absolvió de mis pecados y me invitó a participar del sacramento de la Eucaristía.
Allí comprendí que estaba desnutrido espiritualmente y que lo único que es
verdadera comida para el alma del hombre es el Cuerpo de Cristo, palabras que
había oído toda la vida y que siempre había ignorado, que es esta frase bíblica
de “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios” Mt. 4, 3-4.
Finalmente, restauré mis ganas de vivir, me hice una persona con mayor grado de resiliencia. Aprendí a
canalizar una inteligencia que no provenía de mí, sino del Santo Espíritu de
nuestro creador, que es la sabiduría. Considero que he llegado a ser
instrumento de Dios para dar un consejo, aun cuando parto de algo que
probablemente no haya experimentado. Asimismo, se me hizo más fácil determinar
qué tipo de trabajo quería tener, que es el de entrenador de fútbol, así como
de músico, actividades en las que al día de hoy me sigo desempeñando.
Hace varios años,
un amigo me invitó a Ágonas (El grupo evangelístico para solteros profesionales
de la Comunidad Tierra Santa), y allí recibí algunas charlas que penetraron en
mi mente y en mi corazón, y me han permitido perseverar en mi espiritualidad
cristiana.
Confieso que,
aunque no fui constante en el grupo, siempre me motivaron a seguir
participando, incluyéndome en actividades musicales, tocando la percusión en
tardes y noches de alabanza. Luego de algún tiempo, me invitaron a iniciar un
período de concurrencia (Tiempo para conocer la vida comunitaria), y luego hice
mi Alianza Inicial con la Comunidad Tierra Santa en julio 2021.
Muchas bendiciones del
Señor llegaron a mi vida durante este lapso de tiempo. Sé que la fe no debería
cimentarse o fortalecerse en la abundancia, pero nunca me faltó trabajo, ya sea
como entrenador o como músico, desde que estoy más compenetrado en los caminos
del Señor.
Mi entorno social
me reconoce como cristiano y hasta me suele pedir que bendiga alimentos en
salidas ocasionales.
Espero que mi
experiencia le pueda servir a alguien que lo necesite o que esté pasando por
situaciones similares a la mía. Les pido que acepten con sencillez y humildad
la obra de Dios en sus vidas, porque
nosotros podemos abandonarlo, pero Él jamás lo hace.
Jesús vino a buscarme
personalmente, me cargó en sus brazos y me hizo parte de su pueblo.
Ahora por la gracia
del Señor estoy vivo para contar lo que hizo por mí.
Amen
Gran testimonio mi bro, mucho ánimo :) Att. Carlos C
ResponderBorrar