lunes, 21 de noviembre de 2022

5 claves para llegar a 30 años de matrimonio y no morir en el intento…

Autores: Ivonne de Orlando, José Orlando

El matrimonio según el mundo tiene todo para fracasar. Hay incluso ciertas “reglas” comúnmente aceptadas, que realmente sin mitos, como la crisis del primer año o fin de la luna de miel, la crisis de los 3 años, la crisis de los 7 años, la crisis de los 10 años, la crisis del nido vacío, etc.

Estadísticas del INEC (Ecuador) muestran que cada vez nos casamos menos y nos divorciamos más. Un promedio (1997-2020) dice que la tasa de divorcios es de 11.34 por cada 10.000 habitantes, siendo en 2017 la más alta con 17.15 por cada 10.000 habitantes.

Pero no todo está perdido. Te vamos a dar (mi esposa y yo) 5 claves o recomendaciones que a nosotros nos funcionaron como matrimonio. En 2022 estamos cumpliendo 30 años de matrimonio.

¿Todo fue color de rosa todo el tiempo? Obviamente no.

Nosotros nos casamos en 1992, luego de un período corto de noviazgo, de 1.5 años, y de 1 día de amigos. En los 6 primeros meses ya la “magia del matrimonio” estaba desapareciendo. Nuestras diferencias nos estaban causando mucho dolor, resentimientos, angustias. La situación se complicaba a medida que pasaban los meses.

Antes de cumplir el 1er aniversario, por invitación de una pareja amiga, fuimos a un retiro para matrimonios. Escuchamos atentamente las charlas y recomendaciones, y comenzamos a ver cambios en nuestra relación. El Señor usó a los organizadores y servidores de ese retiro para llegar a nosotros. Lo mas importante de todo, es que dejamos entrar a Dios en nuestro hogar.

Pero cuáles son esas 5 claves se preguntarán.

  1. Dejar entrar a Dios en el matrimonio

Esto va mas allá de un simple enunciado, es hacerlo real, práctico. Es que cada uno tenga bien puesta su relación con Dios, practicar los sacramentos, orar por el otro, pedir a Dios por la relación, por los hijos.

  1. Conoce la ocupación de tu pareja, conversen mucho

Esto parece muy básico, muy superfluo, pero no lo es. Es saber que hace cada uno en su trabajo, conocer los nombres de algunas de las personas que trabajan con nosotros. Yo soy de Sistemas, mi esposa es malísima para la tecnología (es broma, si se defiende), a lo mucho usa Word, pero hace su esfuerzo en entenderme cuando le hablo del ERP, de los clientes, del módulo tal que no funciona, etc.

Ella me habla de los hemisferios del cerebro, yo no se nada de eso, pero ahí hago mi esfuerzo, leo algo en internet, algún video de youtube, y podemos hablar de temas de educación sin problema. Conozco muchos de los nombres de las personas que trabajan con ella, de su Jefa, de los Directivos. Tenemos cosas en común para conversar, y nos podemos ir de largo compartiendo ideas, proyectos, sueños.

  1. Marquen su propia agenda

Esto también parece sin importancia, pero muchos de los problemas iniciales de la pareja fueron por tratar de vivir la agenda que nos marcaban los demás. Nuestros padres, hermanos, nuestros sobrinos, amigos, etc. Siempre había alguna invitación a algún tema familiar, nunca teníamos tiempo para nosotros. No teníamos nuestra propia agenda, queríamos satisfacer las agendas de los otros. Hasta que pusimos pare a eso, priorizando reuniones, y aprovechando el tiempo para compartir como pareja.

  1. Pidan ayuda cuando sea necesario

Siempre hay parejas o personas que han recorrido el camino antes que nosotros. Cuando hubo situaciones que iban mas allá de lo que podíamos resolver nosotros, siempre hubo un Sacerdote o matrimonio cristiano del grupo donde participamos (al inicio Unidos en Cristo, luego la Comunidad Tierra Santa) que nos ayudaron con sus consejos y recomendaciones. Dios se vale de personas cercanas a nosotros para hablarnos.

  1. Ríanse juntos, bailen juntos

Es compartir pequeños momentos, momentos del día a día, en la cocina, poner una canción y ponerse a bailar, ver unos cortos de Charlie Chaplin y morirse de risa juntos, ver una película de navidad, salir a tomar un helado al local que tienen al paso. Es cuestión de imaginación, no de dinero.

Y se preguntarán, y los hijos. ¿Qué pasa con los hijos?

Los hijos han sido, son y serán siempre una hermosa bendición en cada matrimonio. Son un regalo de Dios para que los encaminemos como personas de bien, como personas de Dios.

Pero los hijos están con nosotros solo por un tiempo, 25 a 30 años y se van, es bíblico (Mateo 19:4-6). Normalmente nos quedan 20 a 30 años para vivir solos como pareja. Si no logramos construir una relación, cuando los hijos se van, tendremos muy pocas cosas en común, porque centramos nuestra vida en nuestros hijos descuidando la relación de pareja.


¿Estas claves serán suficiente para mejorar tu relación matrimonial?. Por supuesto que no, pero te podrían ayudar. Nos funcionó a nosotros, y no son las únicas. 

Te recomendamos que descubran juntos sus propias claves, conversen, tomense un café juntos, y verán que en el corto plazo tu relación cambiará, y de pronto estarán cumpliendo 20 o más de 30 años de matrimonio, y sentirán que su relación se fortalece año a año.


“De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes”.

1 Pedro 3, 7


sábado, 19 de noviembre de 2022

¿Crees que hay algo imposible para Dios?

Autora: María Monse Arellano

“Grita de júbilo, estéril que no das a luz, rompe en gritos de júbilo y alegría, la que no ha tenido los dolores; que más son los hijos de la abandonada, que los hijos de la casada, dice Yahveh.

Ensancha el espacio de tu tienda, las cortinas extiende, no te detengas; alarga tus sogas, tus clavijas asegura; porque a derecha e izquierda te expandirás, tu prole heredará naciones y ciudades desoladas poblarán.

No temas, que no te avergonzarás, ni te sonrojes, que no quedarás confundida, pues la vergüenza de tu mocedad olvidarás, y la afrenta de tu viudez no recordarás jamás.

Porque tu esposo es tu Hacedor, Yahveh Sebaot es su nombre; y el que te rescata, el Santo de Israel, Dios de toda la tierra se llama.

Porque como a mujer abandonada y de contristado espíritu, te llamó Yahveh; y la mujer de la juventud ¿es repudiada? - dice tu Dios.

Por un breve instante te abandoné, pero con gran compasión te recogeré. En un arranque de furor te oculté mi rostro por un instante, pero con amor eterno te he compadecido - dice Yahveh tu Redentor. Será para mí como en tiempos de Noé: como juré que no pasarían las aguas de Noé más sobre la tierra, así he jurado que no me irritaré mas contra ti ni te amenazaré.

Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá - dice Yahveh, que tiene compasión de ti.”

Isaías 54:1-10

Para mí, este pasaje trata de la fidelidad y de que las cosas imposibles son la especialidad de Dios. Eso es algo que siempre me ha gustado y que siempre me ha aterrorizado. Para saber y experimentar que Dios es fiel, tienen que haber momentos de "temor a la desgracia... desierta y angustiada... abandonada". Para ver que Él puede hacer cosas imposibles, tenemos que haber estado en situaciones imposibles sin salida, tener planes y sueños que parecen desesperados e irreales, haber perdido toda esperanza y fuerza.

A menudo, cuando he estado en momentos de sentirme abandonada y más tarde he podido ver que Dios era realmente fiel. Me pregunto, por qué lo ha hecho. ¿Por qué ha hecho cosas imposibles por mí y me ha sido fiel? ¿Qué es lo que le interesa a Él? Lo que realmente me gusta de este pasaje y lo que, para mí lo hace diferente de otros en los que Dios promete la restauración de su pueblo, es la forma en que responde a esta pregunta mía: Él hace lo imposible y es fiel sólo por amor, por querer una relación con Su pueblo, Conmigo.

No hay que olvidar las veces en que hizo lo imposible para "la gloria de su nombre", "para haceros los más grandes entre todos los pueblos", que también son inspiradoras. Pero lo encuentro especialmente poderoso aquí, donde me parece que no hay mayor propósito que el "amor infalible". Este amor indefectible es en lo que puedo confiar cuando no creo que Él vaya a hacer lo imposible y cuando su rostro parece estar oculto para mí.

Hoy estoy agradecida por las cosas que me parecían imposibles y "estériles" hace un año y que ahora son una realidad.

Consejo del día:

Piensa en una cosa que parecía imposible y ahora en retrospectiva puedes ver lo que Dios hizo de eso. Piensa en un plan, idea, deseo imposible o loco y díselo a Dios. Verás lo que sucede

jueves, 3 de noviembre de 2022

¿Le estás dando las sobras a Dios?

Autora: Diana Ortega

Hace unos años asistí a un retiro que cambió el rumbo de mi vida. En aquel momento no lo vi de esa manera; pero ahora, recordando todo lo que ha pasado desde entonces, me doy cuenta de que definitivamente fue un evento determinante de mi historia de vida. Dentro de aquel retiro hubo varias situaciones que me impactaron, pero la que más se grabó dentro de mí fue la frase de uno de los charlistas: “Dios no merece tus sobras”.

Esta sencilla frase de 5 palabras hizo que cuestionara cómo había estado viviendo hasta ese momento. Empecé por preguntarme ¿sobras de qué le estoy dando a Dios? Y en respuesta podría decir: de tiempo, recursos, dones, atención, etc. Sin embargo, si tuviera que resumirlo diría, sobras de amor.

Había pasado mucho tiempo buscando mi propósito, y estaba totalmente convencida que lo encontraría cumpliendo con los parámetros de éxito que impone el mundo: un buen trabajo, una gran casa, un carro de lujo, una relación idílica, reconocimiento, etc.

Por supuesto que no hay nada malo en los bienes que se pueden llegar a tener, ni que el esfuerzo puesto en el trabajo honrado sea reconocido. Y ciertamente Dios bendice la unión del hombre y la mujer, por eso instauró el sacramento del matrimonio, no obstante, cuando ponemos alguna de aquellas cosas o a las personas como el centro de nuestra vida, estamos perdidos.

Una cita bíblica dice: “Nadie puede servir a dos patrones: necesariamente odiará a uno y amará al otro, o bien cuidará al primero y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero.” Mateo 6:24. No hay nada peor que desviar la vista de Dios, y sin embargo, resulta tan fácil. De pronto porque a veces cuesta pensar en Él como una persona real, a quien podemos ver, escuchar, abrazar o porque vemos el amor de Dios desde una perspectiva muy limitada, proyectando en Él nuestras emociones y sentimientos humanos, otra opción es porque simplemente no queremos amarlo.

Amar verdaderamente a Dios lleva a la persona a cuestionarse, enfrentar errores, asumir responsabilidades, dejar de justificarse, entregarse, etc. y hacer todo ello, no es sencillo, en una vida que no se interponga a nuestro deseo al tener, al poder y al placer. Y como resultado se termina dando sobras a Dios, y ni siquiera podría decir que sobras de amor, porque no existe amor por Dios en el corazón que está embelesado por el mundo.

En una mezcla entre obligación y la errónea idea de que se le está haciendo un favor a Dios; se termina dedicando sobras de tiempo. Reflejados en escasos minutos de oración, asistiendo a la misa dominical por compromiso, tratando de ser una buena persona que no le hace mal a nadie. Pero, en cuyas acciones no hará participe a Dios porque “es libre de hacer con su vida lo que desee”. Además, no buscará mejorar, ya que nadie es perfecto y simplemente esa es su forma de ser.

No recuerdo cuantas veces me justifiqué con aquellos argumentos tan pobres, pensando que hacía mucho al dar a Dios aquellas miserias. Es como si no pudiera entender que todo lo que tengo, incluida la vida, nada me pertenece. Todo lo bueno y maravilloso viene de Dios, lo único mío es el pecado.

Y así me mantuve por tanto tiempo, diciendo palabras vacías como “Jesús, te amo”, cosas que había escuchado a otras personas decir durante la celebración de la misa, pero que no sentía porque para mí seguía siendo ese Dios lejano al que tenía que rezar por cumplimiento y a quien solo recurría en los momentos de angustia y luego ignoraba. No entendía que, no se puede amar a quien no se conoce, mucho menos entablar una relación y entregar sin miedo el corazón.

Estaba muy cómoda con la monótona repetición de palabras que me hacían sentir que desempeñaba mi deber como católica. Vivía convencida de mi falta de tiempo, lo cual era una gran mentira, pues cuando hay un lugar donde se quiere ir o una persona a la que se quiere ver, siempre se encuentra la forma. Decir que no tengo tiempo, era la excusa perfecta para cubrir mi desorganización, y principalmente, mi falta de interés.

Si eso puede aplicarse a las relaciones humanas, también se aplica a un Dios que es cercano a nosotros, vivo y tangible como las personas que forman parte de nuestra vida. Un Dios a quien despreciamos porque simplemente no nos damos la oportunidad de conocer y amar.

La siguiente pregunta que vino a mi mente fue ¿Qué puedo hacer para remediarlo? La respuesta era más compleja que la anterior porque representaba entrega, compromiso, cambio, constancia y por supuesto y ante todo, AMOR.

De la misma forma que lo hacemos y mostramos interés por una persona antes de iniciar una relación, pensé, debo darme tiempo con Dios. Para conocerlo, para entenderlo, para escucharlo. Si llego a amarle tan solo una ínfima parte de lo que Él me ama, voy a querer estar siempre con Él, y confiada podré entregarle la totalidad de mi corazón.

Y desde ese momento he buscado amarle y encontrarle en la oración, en su palabra, en el servicio. Aunque muchas veces sigo siendo la persona inconstante que se olvida de Él, y que ahora en cambio se afana como Marta en las actividades que debe hacer. En ocasiones me parece escuchar su voz diciéndome: “… Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y, sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria…”

Sin embargo, Dios que no se deja ganar en amor y en gracia me recuerda siempre, que a pesar de mi pequeñez, Él me ama y siempre me espera. Y que, aunque tenga un largo camino que recorrer, Él va conmigo. Al menos ahora, aunque a veces no pueda darle todas las primicias, soy consciente de las sobras de amor que le estaba dando y puedo hacer algo para cambiarlo.

Aunque no lo merezco, aunque falle, Dios siempre está allí para renovar mi esperanza. Que no importa lo que pase y que constantemente caiga y me levante. Si sigo de su mano voy a poder pasar la eternidad con Él.

domingo, 9 de octubre de 2022

Satanás también conoce mi vocación

Autor: Galo Cobos

Si estás aquí y aún no has leído mi testimonio de como conocí a Jesús, te recomiendo primero leerlo antes de leer esta historia (La Historia de mi redención).

En el año 2018 empecé a leer un libro llamado “Los 3 Monjes Rebeldes” y debo decir que este no es cualquier libro, pues por medio de él El Señor encendió fuego en mi corazón. Conforme leía la vida de estos monjes (En especial de la vida de San Roberto, mi favorito de los 3) mi corazón se encendía de celo santo (El Señor sembró en mí corazón el deseo de ser santo).

Observaba que en mi comunidad escaseaban hombres, hombres que atendiesen todos los frentes de batalla (La necesidad de hombres al servicio de Dios en cada brazo evangelístico y en las necesidades internas de la comunidad). Me decía a mí mismo: “Hay hombres, pero no somos suficientes...” Llegué a anhelar que llegasen más hombres a mi comunidad a vivir para el Señor, quería y tenía que hacer algo al respecto.

Entonces inspirado por este libro, medité y dije: “Una de las razones por las cuales escasean hombres es porque no hay un ambiente apropiado para que conozcan al Señor, es necesario proveer “de un ambiente” (Brazo Evangelístico) solo de hombres…” Y así, reuní a un par de hermanos comunitarios, les compartí la iniciativa de hacer un brazo evangelístico solo de hombres y, más adelante, empezaríamos a trabajar en ello.

Hasta entonces todo eso que yo llamo Celo Santo solo se traducía en un deseo por servir y hacer más por construir el reino de Dios (No había pasado por mi corazón alguna inquietud vocacional).

En el mes de agosto del año 2018 hace una visita a mi comunidad un Siervo de la Palabra (Mi comunidad Tierra Santa pertenece a la comunidad internacional de comunidades que se llama La Espada del Espíritu (Sword of the Spirit). Hay varias comunidades como la mía alrededor del mundo que pertenecen a La Espada del Espíritu. Dentro de nuestras comunidades Dios ha hecho el llamado a ciertos hombres a vivir una vida consagrada a Él, viviendo una vida de celibato. Estos hombres recibieron de Dios el nombre de Los Siervos de la Palabra).

Tras la visita de este hermano tuve la oportunidad de platicar con él. Durante nuestra conversación nunca surgió en mí un deseo/interés/inquietud por conocer la vida de los Siervos de la Palabra. Sin embargo, días después, el Señor sembró en mi corazón la inquietud vocacional. Empecé a verme a mí mismo como un Siervo de la Palabra (No tenía idea de lo que era ser un Siervo de la Palabra, solo sabía que eran consagrados y que, a través de esa consagración yo estaría más disponible para la construcción del reino de Dios). Entonces el deseo de querer construir el reino de Dios empezaba a entrelazarse con el deseo de conocer esta vocación. Decidí ponerme en contacto con este hermano e iniciar un proceso de discernimiento vocacional.

Mientras ocurría todo esto pasó que obtuve un nuevo trabajo. Este trabajo llego a ser muy demandante para mí. En promedio llegué a trabajar más de 12 horas diarias, llegaba exhausto a casa y me costaba mucho sacar tiempo para tener mi oración personal.

Durante una asamblea de oración de mi comunidad, una hermana se acercó a mí y me compartió una visión que le dio el Señor estando ella en oración. Me dijo: “El Señor me permitía ver un signo de interrogación y experimenté mucha confusión”. Esa visión que le dio el Señor era para mí y entendí que el Señor me decía que yo iba experimentar mucha confusión por mi discernimiento vocacional.

Mientras transcurrían los meses continuaba batallando por santificar (Separar) mi tiempo de oración diaria y no estaba teniendo éxito. Esto implicó que mi discernimiento vocacional no estuvo debidamente puesto a los pies de Jesús, y, la palabra profética empezaba a cumplirse…

El Señor en su fidelidad continúo haciéndome llegar (Por medio de más hermanos) lecturas, palabras, sentires, visiones acerca de lo que yo estaba viviendo (De a lo que Él me estaba llamando - Lo más increíble es que estos hermanos no tenían ni idea de que yo estaba discerniendo mi vocación, lo cual servía de confirmación de que esas lecturas/palabras/sentires verdaderamente venían del Señor).

Una de las primeras lecturas que me dieron fue esta: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?” Lucas 2:49.

Al escuchar esta palabra que Dios me daba, sentí miedo, porque entendí en mi corazón que era una confirmación de lo que el Señor me estaba llamando (Estas palabras de Lucas 2:49 son las palabras que Jesús da a sus padres terrenales, anunciándoles a ellos su ministerio y vocación). Pero ¿Por qué sentí miedo? Sentí miedo porque mi comunión/relación con Jesús era casi nula (Seguía sin poder orar) y a pesar de lo tan evidente que fue para mí esa palabra en su momento, la confusión seguía en mí corazón.

Hubo otra palabra que el Señor me dio por medio de una hermana en una asamblea: “Una llama que se apaga, pero Dios, se encarga de volverla a avivar...” La hermana dio esta palabra de manera general a la asamblea, pero en mi corazón sabía que se refería al fuego que Dios había suscitado en mí corazón, deseo de hacer crecer su reino (Fue anunciada por segunda vez mi derrota).

Pasaron los meses y, a fines de enero del año 2019, de una forma totalmente errónea, decido que el Señor no me estaba haciendo un llamado a vivir consagrado a Él, y comunico esto al Siervo de la Palabra que me estaba acompañando en mi discernimiento. Al final de la conversación, el siervo de Dios me dijo: “Está bien, si esta decisión te da paz…”. Estas palabras retumbaron en mi corazón, sentía todo lo opuesto a tener paz y, sin embargo, no cambie mi decisión.

Continue viviendo mi vida comunitaria, y comencé a tomar decisiones totalmente opuestas a lo que Dios me estaba llamando. Por un tiempo (Aparentemente) todo parecía estar bien, pero entonces la confusión volvió. No tenía paz y llegó a pasar que cualquier cosa (Rutinaria/Cotidiana) me quitaba la paz.

Crecía en mí la angustia, sentía mi alma débil, sentía cansancio físico sin necesidad de haber hecho algo que me llevase a estar exhausto. Un día, estando en otra asamblea de oración de mi comunidad, se acercó una hermana y me dijo: “Galito, debes orar, Satanás está tras de ti…”

Entendí en mi corazón, que era Satanás que estaba detrás de toda esta confusión. Entendí en mi corazón que Satanás conocía mi vocación y estaba haciendo todo lo posible por impedir que yo abrazase la voluntad de Dios para mi vida.

Y a pesar de todas estas advertencias (Y de muchas más que Dios me siguió dando), fui derrotado. Mi corazón se hallaba en completas tinieblas. Había dolor y tristeza en mi corazón, porque la decisión que tomé no solo me afectó a mí, llegué a lastimar otros corazones.

Fui instrumento de iniquidad. Si tuviese que describir como se sintió eso, diría que pasó en mí todo lo contrario a lo que se siente el ser guiado por el Espíritu Santo (Así me sentí, como si en vez de escuchar la voz de Dios estuviese siguiendo y escuchando la voz del enemigo – Pero sin la capacidad de poder reconocer que es la voz del enemigo, pues él es maestro del disfraz, padre de la mentira y yo me encontraba sin oración, sin comunión con Jesús. No pude reconocer la voz del verdadero pastor).

Sentí que viví una segunda conversión (Pero me sentí más pecador que en la primera). Sentí que Dios había apartado su rostro de mí (Así como hacía con el pueblo de Israel cuando le era infiel). Me hallaba en tinieblas…

Pero, dentro de todo este caos, algo que jamás me hubiese imaginado pasó. Meses antes de que sea consumada mi derrota, una hija de Dios puso en mis manos un libro llamado “El tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María”, libro escrito por San Luis María Grignion de Montfort.

Mientras estaba iniciando todo este caos, yo había empezado a leer este libro y así, empecé a conocer a la Madre de Dios (O, diría más bien, el Señor me estaba revelando a su madre). Este Santo describe en su libro (Lo traduciré en mis palabras) que estamos también llamados/invitados a tener una relación personal con la madre de Dios (Algo que había visto antes en otras personas, pero yo no compartía, pues me decía a mí mismo ¿Para qué acudir a María, si puedo ir directamente a hablar con Jesús en la oración?

Continúe leyendo el libro y fui conociendo a María e iba recibiendo la gracia de conocerla (Que extraño, como pude recibir esa gracia si mi oración en ese entonces era nula, no lo entiendo).

Dicho esto, volvamos a la parte en que me hallaba yo en tinieblas, tristeza y dolor. Ahora ya no solo me costaba hacer oración por la falta de tiempo, me dolía el corazón y todo lo que hacía era llorar.

Movido por el dolor de la derrota decidí levantarme mucho más temprano para hacer mi oración. Llegué a levantarme todos los días entre 3 am a 4 am, sin embargo, todo lo que hacía era llorar, no podía concentrarme en hacer oración.

Entonces decidí acudir a ella, a la madre de Dios. Empecé a hacer el rosario todos los días. Me aferré a ella como mi última esperanza de volver a Dios y de que Dios me sanase el corazón. Perseveré (O, lo correcto sería decir, María me ayudó a perseverar). Hacer el rosario significo para mí tomar la mano de María y dejar que ella me ayudara a volver a Jesús.

Y así fue. Con el tiempo me encontraba haciendo lo que antes, por mis fuerzas, no podía. Me encontraba levantándome todos los días a las 03:00 – 04:00 am haciendo mi oración personal, el rosario, lectura bíblica e iba a misa diaria (No solo esto, María me enseño el valor de la penitencia diaria, hábito que mantengo hasta el día de hoy). Todo esto, en testimonio de la Verdad, lo alcanzó María por mí. María me ayudó a reconstruir mi relación con Jesús.

Todo esto aconteció hasta finales del año 2019. En los años posteriores pasaron más cosas, pero, por tiempo, deberé resumirlas:

2020: Mi relación con Jesús había vuelto (Y mejor que nunca). Decido retomar la conversación con los Siervos de la Palabra y reanudar mi proceso de discernimiento. El Señor, por medio de una hermana en oración me da esta palabra: “Tranquilo, yo espero. Tranquilo, yo no me canso. Yo espero”. Esto fue en febrero 2020 y no entendí lo que significaba, hasta que llego la pandemia y mis posibilidades de salir del país y viajar a la casa de los Siervos (fuera del Ecuador) eran nulas. Entendí que no había llegado el Kairos de irme…

2021: En el mes de febrero estábamos en un retiro de staff y el Señor me da la siguiente Palabra por medio de un hermano: “Ya sabes lo que tienes que hacer, solo te falta tomar la decisión”. Entendí que era momento de actuar nuevamente. En el mes de julio hubo una casa de Siervos de la  Palabra en Quito. Aproveche mi oportunidad y busque participar de la casa. Conversé con el Siervo de la Palabra que dirigía la casa y le conté mi caso. Me dijo que lo mejor para mí era hacer la brecha en Monterrey (México) y durante ese año de brecha (Año de misiones) conocer de cerca la vida de los Siervos y discernir si quería continuar en el proceso. Accedí y todo el resto del año fue encargarme de los preparativos de mi viaje. En la última asamblea de oración del año con la Comunidad Tierra Santa, todos estaban orando por mí, por el viaje que iba a emprender. Terminada la oración se acerca un hermano y me dice que el Señor le dio una lectura y es esta: Isaías 42:1-9 (Puedes leerla y encontraras que esta lectura se titula: El Siervo del Señor).

Septiembre 2022: Me encuentro en Monterrey (México), en la casa de los Siervos de la Palabra, redactando este testimonio. Estoy empezando mi formación como Siervo de la Palabra. Me encuentro en paz y en gozo con El Señor.

El Señor ha sido fiel, el Señor está cumpliendo su Palabra. Hay muchas más lecturas, visiones y palabras proféticas que me dio el Señor estando en Ecuador, que por tiempo estoy omitiendo contártelas.

Que el Señor los bendiga.

Jesús siempre responde

Autora: Rebeca Franco R.

Cuando salí del colegio, pensé que mi paso por la universidad sería sencillo, estudiaría 5 años y me graduaría. Poco imaginaba que mi camino sería agitado, pues a mis 22 años ya me había retirado de dos universidades y no tenía idea de qué quería estudiar; me sentía fracasada y avergonzada, evitaba hablar del tema, ni siquiera tenía la energía suficiente para pensar cómo resolver la situación.

Constantemente me desesperaba y me encerraba en el baño a llorar, y aunque le pedía a Dios me ayude, no sentía que me escuchaba porque nada cambiaba, es más, sentía que todo empeoraba. Mis horas de trabajo me mantenían ocupada y me permitía ayudar económicamente en mi casa. Sin embargo, Dios sí me estaba escuchando, Él había recogido cada una de mis lágrimas y había sido paciente conmigo, veía mi corazón desgastado y mis sueños marchitos y comenzó a sanarme.

En el momento que peor me sentía, recibí la noticia que tendríamos una Casa de Hermanas (Mujeres que se reúnen en una casa para vivir juntas por un tiempo) por conexión virtual. Mis anteriores experiencias fueron excepcionales, pero de forma presencial. Entonces, no tenía mucha expectativa y me conecté por compromiso; no obstante, la charla de la primera noche entró en mi corazón y me permitió verlo muy herido, me permitió ver todas mis cicatrices, todos mis dolores y era necesario sanarlo.

Poco a poco me fui abriendo con mis hermanas de la casa, fui abriendo mi corazón a la sanación y Dios me habló tan directamente cuando vimos el documental de la vida de la hermana Clare Crockett, una mujer valiente que eligió a Jesús en lugar de seguir su sueño de ser una actriz famosa, y me conectó muchísimo con la inclinación de seguir una carrera artística.

No quería hablar de mi carrera universitaria porque sentía la inclinación de seguir una carrera artística, y temía lo que iban a pensar los demás. Interiormente sabía que desear fama no me traería nada bueno, pero estaba inquieta y a través de este documental, Dios calmó mi corazón, me hizo comprender que Él sabe los deseos de nuestro corazón y mostrarnos el camino correcto.  

Después de esta linda experiencia de la Casa de Hermanas pude abrirme y comenzar a sanar, sentí el deseo de reiniciar la carrera que ya había elegido y por misericordia de Dios volví a estudiar a mis 24 años, me sentí digna de hacerlo y me pude ver que era capaz, que lo hacía bien.

Aunque, más adelante otra angustia se me presentó, no por mis estudios, sino por el trabajo que, aunque era bueno, la función que desempeñaba me generaba estrés y ansiedad, que ya no era capaz de controlar. Pedí a Jesús con mucha confianza por una oportunidad laboral, y en menos de un mes de buscar, ya estaba trabajando en otra empresa relacionada con mi carrera profesional, sentí que me llevó más cerca de Él.

En varios momentos de oración frente al Santísimo lloré, sin embargo, hoy puedo decir que desde la primera lágrima, mi Dios ya estaba actuando. Él siempre me escuchó, y hoy expreso que mi dolor fue necesario para avanzar, crecer y confiar más en él. Sé que Él me escucha, que Dios no deja nada al azar, y su amor es tan específico para mí.

Jesús es para ti también, no sé por lo que estés pasando, pero no será para siempre. Aunque ahora llores y no veas la salida, Jesús ya está allí esperándote. Deja que Él te sane, no tengas miedo de mostrarle tus heridas, y ten fe que siempre te seguirá sanando sin importar que nuevos miedos lleguen a tu vida, porque ese Dios es la paz, la confianza, la esperanza, todo lo que hace a tu corazón volver a estar en calma.

viernes, 23 de septiembre de 2022

Dios ha velado siempre por mí

 Autora: Diana Ortega

 Seguir a Cristo no ha sido para mí un camino recto, ni transitado a ritmo constante, sino más bien una vía accidentada de subidas y bajadas, donde he sentido muchas veces que el tiempo se estanca y que retrocedo en lugar de avanzar.

Sin embargo, me encuentro aquí únicamente sostenida por su Gracia, pues a pesar de todo, puedo darme cuenta de que Él ha marcado en mi vida, un antes, un durante y un después.  Hace 6 años, me encontraba con muchas heridas, problemas de autoestima, una depresión disimulada, y sin saber cuál era el propósito de mi existencia. Y soy consciente que, a pesar de haber nacido en un hogar católico y con padres que me inculcaron siempre la Fe, yo asistía a misa los domingos porque no quería ser castigada por Dios.

 Fue entonces cuando recibí la invitación de una amiga a un CNVC (Curso de Nueva Vida en Cristo), y aun así dudé cuando me hablaron del grupo de solteros. Pensé que sería como los otros grupos a los que antes había asistido, pero por vergüenza con la amiga que me había invitado, fui.

Mi plan era ir una vez y luego poner alguna excusa para no volver. Con sinceridad debo decir que más de lo que mencionaron en las charlas, lo que realmente me impactó fueron los jóvenes que estaban organizando toda la actividad. Tenían “algo” diferente que no podía identificar bien, pero recuerdo haber pensado que yo también quería tenerlo. En una de las charlas hubo una frase que uno de ellos dijo, que realmente me movió y se quedó grabada en mi mente: Dios no merece tus sobras” y en este momento me pregunté, ¿Acaso durante mi vida le he estado dando sobras a Dios? ¿Sobras del tiempo, los dones y recursos que ni siquiera me pertenecen, sino que me fueron dados por Él? ¿Qué he hecho hasta ahora con la vida que me fue dada?

A partir de ese momento algo curioso pasó. Cada sábado empezaba a buscar un pretexto para no ir al grupo, pero nunca parecía encontrar algo justificable, así que un tanto incómoda me preparaba para ir. Cuando llegaba lo pasaba realmente bien, pero al siguiente sábado volvía a repetirse lo mismo. Hasta que en un momento que no puedo definir con exactitud algo en mí cambió, y comencé a sentirme muy feliz y deseosa de que llegara el sábado.

La etapa del durante en mi vida inició cuando empecé a servir en el grupo. Poco a poco mis dudas se iban despejando, aquellas ideas distorsionadas de Dios se iban esclareciendo, permitiéndome encontrar mi propósito de vida, ese que tanto había estado buscando y que ahora parecía estar claro.

Son tiempos que recuerdo con cariño porque encontré tanta alegría en el servicio. Pude conocer personas maravillosas con quienes compartir ese cambio que estaba experimentando y ellos me entendían porque estaban viviendo lo mismo que yo. Fue justamente en este punto de mi vida que toda aquella depresión de varios años estalló y la situación en que me encontraba se tornó muy difícil.

Si tuviera que mencionar un evento de mi vida que me haya dado la certeza que Dios ha velado siempre por mí, sería precisamente este porque de haberse dado aquella etapa difícil en otro tiempo, no sé qué habría sido de mí. Aunque fueron meses muy complejos en los cuáles no encontraba la forma de explicar lo que estaba sintiendo, pues para mí la ansiedad y ataques de pánico eran algo desconocido. Pero, fueron los que me permitieron cambiar mi visión y pude palpar que Dios me sostuvo en todo momento.

En el después de mi vida, y luego de todo lo que he experimentado aún no soy la sierva de Dios que debería ser. Caminar hacia Él no impide que haya dificultades en la vida, los momentos difíciles, mis defectos y luchas están allí. Seguir a Cristo y buscar servirle con mi vida no ha sido una alegría perpetua, sin dolores ni cansancio porque mi debilidad humana sigue presente. Sin embargo, ahora tengo la certeza de su amor incondicional por mí, de su gran misericordia, de su bondad infinita, de la esperanza que Dios proveerá siempre de todo, aunque yo no lo merezca.

Sigo aprendiendo, me sigo equivocando, sigo luchando; aún me falta un largo camino por recorrer. Lo transitado hasta ahora me ha permitido encontrar el propósito principal de mi existencia: “Amar a Dios y dejarme amar por Él”.

El Señor nunca nos abandona!!!

 Autor: Julio Orellana

Mi testimonio deseo compartirlo en 3 momentos:

El antes inició en septiembre de 2012, hace nueve años, cuando decidí morir. Cursaba el tercer semestre de la carrera de arquitectura, donde era infeliz por diversos factores, pues nunca tuve buenas habilidades sociales, era más introvertido que ahora, dando lugar a pensamientos nocivos. En la adolescencia, jamás me planteé ser adulto, mi vida no tenía metas y los pocos amigos que me rodeaban me enseñaron siempre el lado negativo como detectar los defectos del resto y burlarme de ellos. Asimismo, ya había experimentado una frustración amorosa muy significativa que me dejó devastado porque era la primera vez que sentía que tenía una dirección en mi vida y ella me fue arrebatada abruptamente porque su familia emigró a España y luego de dos años que retornó el sentimiento se había apagado.

A todo esto, yo rechazaba el cristianismo, sostenía incluso que los sacerdotes son personas infelices porque no pueden unirse a mujeres y se desquitan con los creyentes para que no puedan amar con libertad. Me burlé muchísimas veces de Jesús, de hecho, estudié en un colegio católico y estos asuntos de los retiros espirituales, de las misas y de las charlas, me parecían estériles.

Un determinado día, luego de considerar que yo no era más que un ser de carne y hueso, cuya existencia no iba a trascender o a repercutir, decidí morir. Postrado en mi cama todo el día, dejé de comer, dejé de salir a la calle, dejé de hablar con mis amigos; decidí esperar pacientemente que mi corazón dejara de latir, intentado conciliar el sueño eterno. Mis padres no comprendían muy bien qué me sucedía, yo apenas hablaba con ellos. Mi padre es escéptico y mi madre sí es católica, pero las soluciones que ella siempre hallaba era llevarme donde curanderos porque a pesar de ser católica, tiene cierta afinidad a la hechicería.

El durante hace referencia a momentos críticos, pues no quería seguir viviendo. Comenzaron a suceder cosas raras en mi casa, cosas que podrían considerarse paranormales. Una determinada noche, en mi cama, soñé que el techo de mi cuarto se abría delante de mí y aparecía la curandera, la misma que mi madre siempre me llevaba. Ella me pedía que le dé la mano, porque buscaba sacarme de la depresión. Yo se lo agradecí y me acerqué a ella. Conforme avanzaba en su dirección, su rostro empezó a desfigurarse, su voz cambió rotundamente a un tono robótico, y, de repente, detrás de ella aparecieron unos seres rojizos y diabólicos, que no dejaban de señalarme y de reírse, mientras una estruendosa música interpretada por violines me reventaba los tímpanos. Esta escena estaba agotando por completo mi capacidad de resistencia. Fue entonces cuando en mi visión apareció Jesús y me agarró fuerte, y, manteniéndome abrazado, ordenó que se cierren las puertas del infierno. Él no se alejó de mí y se mantuvo en silencio con los ojos cerrados hasta que finalmente me desperté.

Al día siguiente era un hombre nuevo, aunque débil y cansado porque no había comido por varios días, sin embargo, mi alma tenía sed de vida. Mi familia habló con el Padre Miguel Ángel Pardillo de la Iglesia Santa Gema (Guayaquil), quien me visitó y conversamos, me dijo que yo no le estaba dando la oportunidad a Dios para que obre en mi vida. Le expliqué que era infeliz, que no valía la pena aferrarse a una existencia efímera y en ese instante él me dijo algo que nunca olvidaré:

“La felicidad no consiste en hacer lo que amas, sino en amar lo que haces”.

Me exhortó a que sea más humilde y percibir con alegría lo sencillo de la vida. Además, me absolvió de mis pecados y me invitó a participar del sacramento de la Eucaristía. Allí comprendí que estaba desnutrido espiritualmente y que lo único que es verdadera comida para el alma del hombre es el Cuerpo de Cristo, palabras que había oído toda la vida y que siempre había ignorado, que es esta frase bíblica de “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” Mt. 4, 3-4.

Finalmente, restauré mis ganas de vivir, me hice una persona con mayor grado de resiliencia. Aprendí a canalizar una inteligencia que no provenía de mí, sino del Santo Espíritu de nuestro creador, que es la sabiduría. Considero que he llegado a ser instrumento de Dios para dar un consejo, aun cuando parto de algo que probablemente no haya experimentado. Asimismo, se me hizo más fácil determinar qué tipo de trabajo quería tener, que es el de entrenador de fútbol, así como de músico, actividades en las que al día de hoy me sigo desempeñando.

Hace varios años, un amigo me invitó a Ágonas (El grupo evangelístico para solteros profesionales de la Comunidad Tierra Santa), y allí recibí algunas charlas que penetraron en mi mente y en mi corazón, y me han permitido perseverar en mi espiritualidad cristiana.

Confieso que, aunque no fui constante en el grupo, siempre me motivaron a seguir participando, incluyéndome en actividades musicales, tocando la percusión en tardes y noches de alabanza. Luego de algún tiempo, me invitaron a iniciar un período de concurrencia (Tiempo para conocer la vida comunitaria), y luego hice mi Alianza Inicial con la Comunidad Tierra Santa en julio 2021.

Muchas bendiciones del Señor llegaron a mi vida durante este lapso de tiempo. Sé que la fe no debería cimentarse o fortalecerse en la abundancia, pero nunca me faltó trabajo, ya sea como entrenador o como músico, desde que estoy más compenetrado en los caminos del Señor.

Mi entorno social me reconoce como cristiano y hasta me suele pedir que bendiga alimentos en salidas ocasionales.

Espero que mi experiencia le pueda servir a alguien que lo necesite o que esté pasando por situaciones similares a la mía. Les pido que acepten con sencillez y humildad la obra de Dios en sus vidas, porque nosotros podemos abandonarlo, pero Él jamás lo hace.

Jesús vino a buscarme personalmente, me cargó en sus brazos y me hizo parte de su pueblo.

Ahora por la gracia del Señor estoy vivo para contar lo que hizo por mí.

Amen

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